ENFOCADOS EN DIOS Y NO EN HOMBRES

Éxodo 32.1-11

Es muy fácil acostumbrarnos a un líder confiable, y mucho más cuando es un hombre de Dios. Recuerdo haber sido miembro en una pequeña congregación en la cual me acostumbré mucho al pastor de jóvenes quien poco después de un año se trasladó a otra ciudad para iniciar un nuevo ministerio pastoral. Su partida me afectó mucho y pensé que el ministerio con los jóvenes no volvería a ser igual.

Desde que Moisés apareció en la escena bíblica, el pueblo se fue acostumbrando a él; aun cuando él en su ímpetu quiso tomar la dirección del pueblo en sus fuerzas. Moisés fue intermediario entre Dios y el pueblo; él habló con Jehová cara a cara mientras el pueblo estaba escondido en sus tiendas. El pueblo amaba a su líder, y confiaban en sus decisiones. La presencia del líder infundía aliento y provocaba paz en sus corazones.

Poco tiempo después de cruzar el mar Rojo, Moisés subió al monte Sinaí por cuarenta días para hablar con Dios y recibir las dos tablas con los mandamientos para el pueblo elegido. Cuarenta días son muchos, y el pueblo interpretó que algo terrible había sucedido con su líder. Esto produjo mucho pánico y desconcierto entre ellos; el pueblo era un caos. Su confianza en el líder era absoluta y dependían de su dirección. En su desesperación los representantes del pueblo buscaron al líder encargado, Aarón, para proponerle una solución y buscar un nuevo líder. Era obvio que el enfoque de su futuro estaba en el hombre y no en Jehová quien los había sacado de Egipto con milagros portentosos.

Es muy triste y lamentable cuando nuestra vida descansa en hombres hábiles y no en el Dios de la Biblia.

¡Descansemos en el liderazgo divino!